martes, 29 de enero de 2008

Goliat se encogió

Rafael Correa se convirtió en el principal convocador de una marcha sin precedentes

Por Fernando Larenas (tomado de El Comercio del 29 de enero de 2008)


Cuenta la historia que había un gigante filisteo que desafiaba a la humanidad, parecía invencible debido a su estatura que, además, protegía con una coraza de hierro. Eso permitía al personaje derrotar a todo mortal que osase cruzarse en su camino.

La estatura del filisteo era su principal fortaleza; se sentía también fuerte y muy macho porque siempre estaba acompañado de un séquito de soldados y guardaespaldas que formaban un cerco a su alrededor.

Con esa aureola de invencible desafiaba a sus oponentes, convencido también de que tenía una fuerza descomunal. De acuerdo con el relato del libro de Samuel, en el Antiguo Testamento, desafió al pueblo judío a que uno de sus soldados luche contra él y que el perdedor se convierta en esclavo del pueblo ganador.

El único que respondió el reto fue un pequeño llamado David, que después se convertiría en rey de la nación judía. Con apenas una honda y cinco piedrecillas, David enfrentó a Goliat. Incrustó una piedra en la frente del gigante, el único espacio de su cuerpo que no alcanzaba a cubrir la armadura.

Los gigantes siempre tienen un lado vulnerable o un talón/tendón de Aquiles, el único espacio que según La Iliada (epopeya de Homero) quedó sin protección tras ser bañado en las aguas sagradas del río Estigia. Así fue como Paris mató a Aquiles: clavándole una flecha envenenada en el talón.

La historia de la humanidad está plagada de gigantes, de ogros, de valientes en el poder que desafían, se enfrentan, arrasan con sus adversarios hasta que alguien descubre sus debilidades, su frente desprovista o su tendón vulnerable.

Ocurre en la política de vieja data, en la actual, en la del siglo pasado y en la del siglo XXI. Hasta hace poco un Presidente bolivariano se creía infalible hasta que el pueblo, que creía de su propiedad, lo derrotó en las urnas y le recordó que es tan humano y vencible como cualquier mortal en la Tierra.

El talón de Aquiles de este personaje fue su lengua. Con ese minúsculo órgano insultó a todos los que osaron contradecir sus añejas teorías. Clausuró radioemisoras, canales de televisión y medios de prensa, pero no pudo torcer la voluntad de un pueblo que nació libre y que ama la libertad.

Lo mismo sucede por esta siempre convulsionada latitud cero, donde cada cierto tiempo asoman caudillos aparentemente invencibles, pero que siempre caen por el mismo defecto de Goliat: la vulnerabilidad de una parte de su cuerpo, en este caso la lengua.

Nuestro querido Presidente subestimó una convocatoria popular en Guayaquil. Se creyó con la virtud de ser él el único capaz de convocar a las masas y de recibir aplausos y elogios. Insultó a una respetable dama guayaquileña, calificó como le dio la gana a todo personaje, por humilde o próspero que sea, y a la postre se convirtió en el principal convocador de una marcha sin precedentes en Guayaquil.

Al igual que Goliat, el gigante comenzó a encogerse pese a proclamar sus 1,85 metros de estatura, como si ese detalle fuese suficiente para gobernar con eficiencia.

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